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Amo
mis manos porque ellas manifiestan
las
alegrías o las angustias de mi alma.
Ellas
me brindan eso tan sublime
de
saludar o acariciar al que me ama.
Aprendí
a sumar y restar, a escribir letras
cuando
niña, a jugar con mis trastos y muñecas.
Con
ellas trabajo para los que quiero,
se
agitan por el aire si saludo,
o
elevan la copa en algún brindis
por
alegrías que vivimos en el mundo.
Se
juntan palma con palma en mis plegarias.
Por
tantas cosas me brindan alegría…
Ya
no tienen la tersura de otros tiempos,
adquieren
cada año más arrugas,
son
el símbolo del tiempo que he vivido,
y
que agradecen las dos cuando se juntan.
Pido
para mis manos rugosas y cansadas
continúen
la rutina de mi vida,
para
que aplaudan incansables, aún con dolores
a quien difunda por el mundo la alegría.
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