Cuando mi alma abatida, acongojada,
pretenda claudicar sin titubeos,
trataré que mis ojos solo vean,
el reír y jugar de los pequeños.
Cuando todo oscurezca y deba batirme en retirada,
pediré al Señor deje llevar en mis alforjas,
la más dulce e infantil de las miradas.
Inès Quilez de Monge
Felicitaciones Inés por tu blog. ¿Se viene el libro para 2015? Suerte...
ResponderEliminarGracias amigo: algún día tal vez, ya veremos.
ResponderEliminarHermoso poema!
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