Suaves y blancas playas placenteras,
fuertemente iluminadas por el sol.
Ese mar caribeño calmo, aturquesado
se acerca y aleja en danza tropical.
Tus palmeras completan el paisaje.
Cobijan al turista en los habituales días de calor.
Tus aguas invitan al deleite,
playas que arrullan el amor.
República Dominicana,
con la humildad de tu gente sencilla
y el tesoro invalorable de belleza
que ofrece a quien la visita
en busca de un apacible solaz.
El viento corre, se agita
las palmeras agradecidas, se acunan
se doblegan, bailan sus merengues de color.
Inés Quilez de Monge
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